Cada tanto y cuando me siento inspirada se me
da por escribir este tipo de textos. No sé si es que la reflexión me lleva a
tener que contar, desde mi lugarcito, parte de mi experiencia, no sé la
vorágine de la loca vida que llevamos me hace observar alguna cosas y de
repente exploto, no sé si el pensamiento llega invadiéndome de golpe o si es
algo que tengo guardado desde hace tiempo y sólo cuando es posible pasarlo a un
papel es que llega a mí. No es que tampoco importe demasiado cómo llego a este
proceso creativo pero a veces me llama la atención.
Lo cierto es que, cada tanto, también a veces
escribo para que me lea mi hermana, mis amigas, mi familia o un simple extraño…
da igual. Pero necesito expresarle sobre todo a otros que mi experiencia
también puede ser la tuya, que tu problema pudo haber sido el mío y que nada es
tan grave como parece. No es que sea soberbia, o al menos no es esa mi
intención, simplemente tecleo para que te reconozcas en alguna palabra. Cuando
consigo eso… mi trabajo ya está hecho. Porque una de las cosas más
gratificantes para alguien que escribe es que alguien comente su laburo y se
reconozca en él… aunque sea con una pequeña frase.
Y todo este preámbulo, que tal vez no es tan
claro, tiene que ver con la que creo es mi vocación y mi pasión. Suena
trillado, lo sé… pero ¿a quién le importa? Lo que quiero decir es que yo
siempre busqué esa vocación. Desde chica… y creo que tenía claro que mi vida
tenía que ver con el arte pero no sabía a dónde me iba a llevar. Recuerdo que
ya a los 13 decía que iba a ser actriz y que me llevé una buena cagada a pedos
por eso, y todavía resuena en mi mente ese: ¿Y de qué vas a vivir? Con eso te
vas a cagar de hambre. Tiempo después llegó la danza, el fitness, las clases
como profe, las clases como alumna –de todos los estilos y colores- pero el teatro
no llegaba. Sí vino el teatro musical y estudiando y laburando en ello fui muy
feliz. Pero algo faltaba. Y yo no sabía qué era eso.
Años después, entre el trabajo, la rutina,
una relación que era más bien tumultuosa y conflictiva y el estudio… empecé a
escribir. Escribí sin parar: en casa desde la compu, en el laburo a mano, en
los viajes con el celular pero escribí. Y así, me salvé. Así pude romper con
todo y buscar ilusión en una vida que no la tenía. Escribir, imaginar, sonreír,
llorar y sentir a través de lo que escribía me llevaba a un lugar en que nadie
más podía entrar. Sólo yo. Porque, obvio, todavía no mostraba lo que escribía.
Así volví a tener energía y volví a encontrarme porque estaba perdida, muy
lejos de mí.
Pasé un par de años boludeando con eso e
incluso empecé a hacer distintos cursos relacionados con la escritura pero el
2014 iba a ser bisagra para mí.
Esa nueva (que no era tan nueva porque
recuerdo que, siendo muy pendejita,
escribía algunos poemas bastante malos) pasión me había llevado a desear lo
imposible, a esforzarme por estudiar y entrar en una escuela pública.

Llegó febrero y rendí el primer examen. Sólo
recuerdo que estaba tremendamente nerviosa y que vi a unos cuantos seres humanos
que estaban más o menos como yo. Esperé la nota tachando los días y sí, había
pasado a la siguiente etapa: la entrevista personal. Creo que eso me daba más
miedo que el escrito. Fui a rendir y rogué que no me tocara una mesa y sí, fue
la que me tocó. Entré justamente después de que una chica salía a las puteadas
de ahí. Supuse que los tres profesores que tomaban la prueba estaban de mal
humor y además, muertos de calor. Y sí, en algo tenía razón… en el calor. Pero
lo cierto es que, más allá de eso, los profes fueron super amables y hasta
incluso creo que la pasé bastante bien. El resultado estuvo claro pero los
nervios aparecieron igual, necesitaba sí o sí que me dieran la respuesta. La
ansiedad se había apoderado de mí. Y jamás me había pasado algo así, nunca en
mi vida había sentido tanta emoción para entrar a estudiar. O sí, pero no de
esa forma tan especial. Creo que tenía que ver con que era un terciario, como
un ambiente que no había curtido nunca. O sea, yo había estudiado mucho pero mi
experiencia tenía que ver con la conchudez que sufren algunas actrices y con
cuidar mis zapas de danza porque corrían peligro de pérdida pero no tenía ni
idea de sentarme con un montón de gente desconocida y compartir lo que
escribía, de cómo eran los locutores que me iba a cruzar, ni los productores,
ni mucho menos los operadores. El tema es que la ilusión y las ganas que tenían
se llevaban la grande.
Después llegó la adaptación, el conocer a los
compañeros, el hacer amigos, el escribir, escribir, escribir y seguir escribiendo;
el stress y el agotamiento. También las lágrimas porque sentía que no llegaba
con nada pero yo seguía insistiendo. Es algo que siempre te va a pasar si
elegís estudiar en una escuela pública. Todo el sistema, créase o no, está
preparado para que vayas contra la corriente. Los profesores pueden ser
maravillosos, otros pueden ser inaguantables y te preguntás, más de una vez,
por qué extraña razón están al frente de una cátedra, por qué no se dejan de
joder y se van a tirar al sillón de su casa en pantuflas en vez de estar ahí
pasándola mal. Pero el día que te encontrás con ese profe que te ayuda, que te
prepara, que colabora con vos, que siempre tiene la palabra indicada… es
impagable. En ese momento entendés lo que significa la Escuela Pública y sabés
que la gran mayoría está ahí, como vos, por amor a la profesión, porque dan
todo y más para que vos estés preparado para ese futuro del que muchos gastan
horas y horas hablando. Pero lo cierto también es que nada está servido, todo
es difícil: los apuntes se pierden, la calefacción está apagada la mayoría de
las veces y te cagás de frío, el baño casi nunca tiene papel pero no te importa
porque vos seguís ahí. Y si seguís es porque algo hay, no importa la carrera
que vayas a elegir. Eso es lo de menos… este país siempre fue un quilombo y lo
va a seguir siendo, entonces ¿para qué vas estudiar administración de empresas
o ingeniería si tus ganas y energía están puestas, por ejemplo, en las artes
visuales? Largá los planos a la mierda, el Excel al diablo y preparate para
dibujar o pintar. Al fin y al cabo… es tu vida. Tuya y sólo tuya. Jamás dejes
que otro elija por vos porque el que va a tener que recorrer el camino vas a
ser vos. Preparate para llenar tus expectativas, no las de los otros. Preparate
para ser más feliz estudiando y achinando los ojos viendo por novena vez El
Ciudadano Kane porque tenés que analizarla una vez más, una madrugada en la que
seguramente preferís estar durmiendo.

Estudiar nunca es al pedo, estudiar nunca te
deja a pata. Siempre pero siempre sirve y me lo digo a mí misma cuando pienso:
¿para qué carajos me va a servir estudiar sobre Realismo Francés? ¡La puta
madre!, pero quién te dice que en el futuro no tenga que hacer un documental y
por eso que parece una huevada salve un par de horas de investigación o ya sepa
para dónde tengo que orientarla.
Hace unos días, hablaba con un profesor… y me
decía: Dale, escribí. Hace tiempo que me venís prometiendo eso y nunca me lo
mandás y tiene razón… porque acá estoy escribiendo otra cosa, para mí y tal vez
para vos pero que sé que vale la pena. Siempre vale la pena.
A mí empezar a escribir me salvó, estudiar me
hace feliz y más allá de sus típicas problemáticas amo ese instituto… Amo al
ISER por todo lo que ya me dio y lo poco o mucho que me está dando y por lo que
sé que me va a dar.
Estudiar es una tabla de salvación, es el
lugar donde podés encontrar gente como vos que comparte los mismos extraños
problemitas… Así que no seas boludo y no pierdas el tiempo y andá a estudiar
porque estudiar es el camino.