jueves, 13 de octubre de 2016

Estudiar siempre es el camino

Cada tanto y cuando me siento inspirada se me da por escribir este tipo de textos. No sé si es que la reflexión me lleva a tener que contar, desde mi lugarcito, parte de mi experiencia, no sé la vorágine de la loca vida que llevamos me hace observar alguna cosas y de repente exploto, no sé si el pensamiento llega invadiéndome de golpe o si es algo que tengo guardado desde hace tiempo y sólo cuando es posible pasarlo a un papel es que llega a mí. No es que tampoco importe demasiado cómo llego a este proceso creativo pero a veces me llama la atención.
Lo cierto es que, cada tanto, también a veces escribo para que me lea mi hermana, mis amigas, mi familia o un simple extraño… da igual. Pero necesito expresarle sobre todo a otros que mi experiencia también puede ser la tuya, que tu problema pudo haber sido el mío y que nada es tan grave como parece. No es que sea soberbia, o al menos no es esa mi intención, simplemente tecleo para que te reconozcas en alguna palabra. Cuando consigo eso… mi trabajo ya está hecho. Porque una de las cosas más gratificantes para alguien que escribe es que alguien comente su laburo y se reconozca en él… aunque sea con una pequeña frase.
Y todo este preámbulo, que tal vez no es tan claro, tiene que ver con la que creo es mi vocación y mi pasión. Suena trillado, lo sé… pero ¿a quién le importa? Lo que quiero decir es que yo siempre busqué esa vocación. Desde chica… y creo que tenía claro que mi vida tenía que ver con el arte pero no sabía a dónde me iba a llevar. Recuerdo que ya a los 13 decía que iba a ser actriz y que me llevé una buena cagada a pedos por eso, y todavía resuena en mi mente ese: ¿Y de qué vas a vivir? Con eso te vas a cagar de hambre. Tiempo después llegó la danza, el fitness, las clases como profe, las clases como alumna –de todos los estilos y colores- pero el teatro no llegaba. Sí vino el teatro musical y estudiando y laburando en ello fui muy feliz. Pero algo faltaba. Y yo no sabía qué era eso.
Años después, entre el trabajo, la rutina, una relación que era más bien tumultuosa y conflictiva y el estudio… empecé a escribir. Escribí sin parar: en casa desde la compu, en el laburo a mano, en los viajes con el celular pero escribí. Y así, me salvé. Así pude romper con todo y buscar ilusión en una vida que no la tenía. Escribir, imaginar, sonreír, llorar y sentir a través de lo que escribía me llevaba a un lugar en que nadie más podía entrar. Sólo yo. Porque, obvio, todavía no mostraba lo que escribía. Así volví a tener energía y volví a encontrarme porque estaba perdida, muy lejos de mí.
Pasé un par de años boludeando con eso e incluso empecé a hacer distintos cursos relacionados con la escritura pero el 2014 iba a ser bisagra para mí.
Esa nueva (que no era tan nueva porque recuerdo que,  siendo muy pendejita, escribía algunos poemas bastante malos) pasión me había llevado a desear lo imposible, a esforzarme por estudiar y entrar en una escuela pública.
Ayudada e incentivada por dos amigas y apoyada por mi esposa fue que me inscribí para dar el ingreso en un terciario de gran prestigio. Estudié un par de meses, leí obras de teatro, analicé series nacionales y extrajeras, vi películas que en mi vida creí que iba a ver para entrar a ese instituto.
Llegó febrero y rendí el primer examen. Sólo recuerdo que estaba tremendamente nerviosa y que vi a unos cuantos seres humanos que estaban más o menos como yo. Esperé la nota tachando los días y sí, había pasado a la siguiente etapa: la entrevista personal. Creo que eso me daba más miedo que el escrito. Fui a rendir y rogué que no me tocara una mesa y sí, fue la que me tocó. Entré justamente después de que una chica salía a las puteadas de ahí. Supuse que los tres profesores que tomaban la prueba estaban de mal humor y además, muertos de calor. Y sí, en algo tenía razón… en el calor. Pero lo cierto es que, más allá de eso, los profes fueron super amables y hasta incluso creo que la pasé bastante bien. El resultado estuvo claro pero los nervios aparecieron igual, necesitaba sí o sí que me dieran la respuesta. La ansiedad se había apoderado de mí. Y jamás me había pasado algo así, nunca en mi vida había sentido tanta emoción para entrar a estudiar. O sí, pero no de esa forma tan especial. Creo que tenía que ver con que era un terciario, como un ambiente que no había curtido nunca. O sea, yo había estudiado mucho pero mi experiencia tenía que ver con la conchudez que sufren algunas actrices y con cuidar mis zapas de danza porque corrían peligro de pérdida pero no tenía ni idea de sentarme con un montón de gente desconocida y compartir lo que escribía, de cómo eran los locutores que me iba a cruzar, ni los productores, ni mucho menos los operadores. El tema es que la ilusión y las ganas que tenían se llevaban la grande.
Después llegó la adaptación, el conocer a los compañeros, el hacer amigos, el escribir, escribir, escribir y seguir escribiendo; el stress y el agotamiento. También las lágrimas porque sentía que no llegaba con nada pero yo seguía insistiendo. Es algo que siempre te va a pasar si elegís estudiar en una escuela pública. Todo el sistema, créase o no, está preparado para que vayas contra la corriente. Los profesores pueden ser maravillosos, otros pueden ser inaguantables y te preguntás, más de una vez, por qué extraña razón están al frente de una cátedra, por qué no se dejan de joder y se van a tirar al sillón de su casa en pantuflas en vez de estar ahí pasándola mal. Pero el día que te encontrás con ese profe que te ayuda, que te prepara, que colabora con vos, que siempre tiene la palabra indicada… es impagable. En ese momento entendés lo que significa la Escuela Pública y sabés que la gran mayoría está ahí, como vos, por amor a la profesión, porque dan todo y más para que vos estés preparado para ese futuro del que muchos gastan horas y horas hablando. Pero lo cierto también es que nada está servido, todo es difícil: los apuntes se pierden, la calefacción está apagada la mayoría de las veces y te cagás de frío, el baño casi nunca tiene papel pero no te importa porque vos seguís ahí. Y si seguís es porque algo hay, no importa la carrera que vayas a elegir. Eso es lo de menos… este país siempre fue un quilombo y lo va a seguir siendo, entonces ¿para qué vas estudiar administración de empresas o ingeniería si tus ganas y energía están puestas, por ejemplo, en las artes visuales? Largá los planos a la mierda, el Excel al diablo y preparate para dibujar o pintar. Al fin y al cabo… es tu vida. Tuya y sólo tuya. Jamás dejes que otro elija por vos porque el que va a tener que recorrer el camino vas a ser vos. Preparate para llenar tus expectativas, no las de los otros. Preparate para ser más feliz estudiando y achinando los ojos viendo por novena vez El Ciudadano Kane porque tenés que analizarla una vez más, una madrugada en la que seguramente preferís estar durmiendo.
Andá a estudiar pero porque lo deseas vos. Hacé como yo… encontrate con esa gente con la que jamás hubieras pensado encontrarte, intercambiá ideas, proyectos y vivencias. Hablá de Barthés mientras chupás un mate lavado y de fondo alguien recita una cumbia porque eso te va enriquecer mucho más que una cuenta bancaria abultada. Estudiar siempre es el camino.
Estudiar nunca es al pedo, estudiar nunca te deja a pata. Siempre pero siempre sirve y me lo digo a mí misma cuando pienso: ¿para qué carajos me va a servir estudiar sobre Realismo Francés? ¡La puta madre!, pero quién te dice que en el futuro no tenga que hacer un documental y por eso que parece una huevada salve un par de horas de investigación o ya sepa para dónde tengo que orientarla.
Hace unos días, hablaba con un profesor… y me decía: Dale, escribí. Hace tiempo que me venís prometiendo eso y nunca me lo mandás y tiene razón… porque acá estoy escribiendo otra cosa, para mí y tal vez para vos pero que sé que vale la pena. Siempre vale la pena.
A mí empezar a escribir me salvó, estudiar me hace feliz y más allá de sus típicas problemáticas amo ese instituto… Amo al ISER por todo lo que ya me dio y lo poco o mucho que me está dando y por lo que sé que me va a dar.
Estudiar es una tabla de salvación, es el lugar donde podés encontrar gente como vos que comparte los mismos extraños problemitas… Así que no seas boludo y no pierdas el tiempo y andá a estudiar porque estudiar es el camino.





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