lunes, 30 de noviembre de 2015

Parque Chas tiene ese no sé qué.


Todavía me acuerdo cuando Paula me llevó por Urquiza por primera vez. Nos subimos al Molu, su pequeño Chevrolet Corsa, y fuimos en busca de un medicamento. 
Hicimos algunas cuadras y me bajé buscando aquellas pastillas que aliviarían mi intenso dolor. Por la garganta ya no me pasaba ni la saliva. Era obvio y bastante lógico, era algo no dicho que se había atravesado en mi garganta y que me traía problemas.
Callar... Era algo que había aprendido a hacer de chica y, claramente, con el tiempo me había vuelto una experta. Lo que no quitaba que, de vez en cuando, eso me siguiera trayendo problemas y/o enfermedades leves. Al menos eran leves -pensaba aliviada-. Tengo varios ejemplos en la familia que se trataban de cosas mucho más graves.
Lo cierto es que, cuando bajé del auto, yo me sentí desprotegida. Estaba en el lejano oeste aunque ese "lejano" era en pleno capital.
Me sentía una extraña, lejos de mi segura zona norte, de mi querido Beccar que me amparaba y cuidaba con sus pequeñas calles conocidas hasta el hartazgo. 
Fui hasta el mostrador, era sábado y el tipo que atendía el local tenía menos ganas de estar ahí que yo de hacer bungee jumping en ese momento. Con mala cara y poca energía, me dio el medicamento, yo le pagué con cien pesos y el tipo se calentó porque tuvo que ir a buscar cambio. Cosas que pasan, macho -pensaba yo mientras miraba como él atravesaba todo el aparador para llegar hasta la registradora. Como soy bastante conchuda y porque además no soporto que se me trate mal sin haber hecho nada yo para merecer eso... No me moví un pelo de mi lugar y al empleado caracúlico no le quedó otra más que hacer el camino inverso para llegar otra vez hasta mí. 
Me debe haber odiado, lo sé. Pero a mí me importaba poco. Yo lo único que quería era mi vuelto para así regresar al auto de mi novia y así llegar más rápido a su casa para tomarme esa pastilla. 
Finalmente, le regalé una de mis mejores sonrisas, agradecí y me fui. 
Otra vez, me subí al auto y recorrimos parte de Urquiza y pasamos por Parque Chas. Sí, me tocó conocer ese laberinto que aún hoy me sorprende y que tiene un encanto inigualable. Aunque, para mí, a esa altura no lo veía demasiado claro... Para mí, todavía, ese barrio era un chino. Pero un chino de esos que no se adapta, de esos que te atienden en la caja de un supermercado, pero que no habla casi ni una palabra de castellano y que no adopta otro nombre normal... de esos que, ni a palos, se hace llamar Lily o Ramón. Es decir que, para mí, Parque Chas era un chino malo, un barrio desconocido y una persona en quien no podía confiar. Y cómo iba a confiar si en la primera de cambio quedaba perdida entre su rotonda y una de sus calles para nunca más volver a encontrar la casa de mi novia que queda a unas cuadras. IMPOSIBLE. A mí Parque Chas no me gustaba. 
Pero es evidente, el tiempo pasa y si algún provecho se puede sacar de ser ser humano es que uno tiene raciocinio y que, por ello o por vaya uno a saber porqué, puede cambiar de opinión. 
Lo cierto es que ahora Parque Chas me parece precioso. 
Urquiza me parece lindo, un poco enquilombado, sobre todo en la intersección de Monroe y Triunvirato, esa esquina en la que muchos años antes tuve que repartir volantes para pagar con trabajo una beca de teatro que me había ganado. Esa esquina que me parecía rara y distinta a todas en las que casi lloré aún siendo ya una piba veinteañera. 
En cambio, ahora, si bien no es mi barrio... Me parece conocido, me parece que puedo caminar por sus calles sintiéndome una más del lugar. Casi una vecina. 
Claro que mi barrio hoy en día es Parque Chas. Sí, vivo en ese lugar que me parecía un chino feo. Aunque debo admitir que ahora no me parece nada feo... Y menos chino. 
Es un lugar donde los viejitos todavía se sientan en la vereda a ver cómo pasa la tarde, en donde los pibes juegan a la pelota en la calle y gritan "Autooo" cada vez que se acerca uno. 
Es ese barrio a quien Dolina le dedicó un cuento y ese espacio en el Aristarain creció y también le dedicó el principio de una de sus películas para describirlo. 
Es ese barrio pintoresco y bello que tiene casas bonitas, gente todavía más linda y que está llena de arte. Gente que vive del arte, de la música y de miles de otras cosas. 
Es es barrio que tiene hasta una leyenda que incluye un colectivo en el que si te subís, no te encuentran más. 
Es ese barrio que lo tiene todo. Tranquilidad y movida, rotonda y calles angostas, una esquina que se choca consigo misma: Bauness y Bauness. Dice que eso pasa también en Recoleta, pero ¿A quién le importa? A mí no. Para mí, sigue siendo original. Porque Parque Chas es un bello lugar para vivir, un lindo laberinto y porque además... Es mi barrio. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Instrucciones para evitar boludos.




Si quiere que esto sea exitoso, primeramente, va a tener que tomárselo en serio. En verdad, conseguir esto en un país como el nuestro es un gran desafío. Es lamentable, pero ya estamos rodeados.
Para lograrlo, todas las mañanas debe levantarse apoyando el pie izquierdo en el piso antes que el derecho. El famoso “levantarse con el pie derecho” no es más que una vil falacia para distraernos. Muchos culparían al sistema por ese tipo de conceptos y dichos extraños, pero a nosotros, en esta instancia al menos, no nos interesa hacerlo. No haría más que hacernos perder el tiempo.
Lo cierto es que luego de levantarse debe bañarse para estar despabilado y así estar más atento para evitar el choque inminente con uno de estos especímenes particulares.
Después de lavarse los dientes, desayune… Tener el estómago vacío puede generar mareos y con ello provocar la catástrofe de ser “salvado” por un boludo. No lo olvide, si cae en manos de uno de ellos, será un grave problema. El contagio puede ser rápido e inminente y lo peor, puede ser irreversible.
Más tarde, intente viajar solo. De utilizar transporte público es probable que se choque con más de un boludo que intentará colarse en la fila del colectivo y tratará también de sacarle el asiento que le correspondía en buena ley.
Al llegar a su trabajo, piense al interactuar con sus compañeros. Es muy probable que más de uno ya haya sido afectado con el virus y que, usted, siendo inocente se vea perjudicado y complicado en su trabajo por pura y exclusiva responsabilidad de su boludez.
Más tarde, durante su horario de descanso… Estudie con quién va a sentarse a la mesa. Las charlas laborales pueden estar plagadas de comentarios boludos o incluso de política. Y como todos sabemos en este país todos se creen muy piolas y piensan que saben de política cuando no hacen más que votar irresponsablemente a hijos de putas que se hacen los boludos y chorean a diez manos.
En la tarde, procure realizar la menor cantidad de actividades extras posibles. Caminar por un parque, salir a correr o a ir al gimnasio puede llevarlo a usted a contagiarse fácilmente.
Yo le recomiendo tomarse esto como un ritual e irse directamente a su casa para estar a salvo.

De esta forma, concluyo estas mínimas instrucciones para estar a salvo del virus de la boludez. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Mi Baúl.


Qué difícil es hacer un viaje hasta un baúl de los recuerdos... sobre todo teniendo en cuenta que no estuve de cuerpo presente allí, en ese momento que suele ayudar en este tipo de consignas.
Seguramente este texto sería muy diferente, aunque buscando entre mis cajas mentales, algunos pasan por mi cabeza.
Un muñeco de Alf que adoraba pero me traía un par de estornudos de regalo cada vez que lo ponía entre mis manos.
Una muñeca Barbie, la única que tuve de primera mano porque me la regaló mi abuela Olga, la más genia de todas las abuelas. Esa que me malcriaba incesantemente. Aún así, a esa muñeca sólo la hacía caminar y le cambiaba la ropa. Nada era especial entre nosotras, hasta que llegó esa mesita redonda amarilla, azul y roja en la que se armaron las más ricas comidas entre la Barbie de la alta sociedad y las otras muñecas más de Beccar como yo.
Un par de pelotas de goma sin cámara, sólo rellenas de aire, las solía usar cuando me ponía a jugar en la calle con mis primos. Siempre que no lloviera. Esos días eran terriblemente aburridos, tanto que nos animamos a romper una regla de oro de la tía Raquel "No se juega a la pelota adentro del cuarto". Esa lluvia tuvo que ser especial, sin dudas, porque nos pusimos a jugar a los penales usando el ropero como arco. Todo funcionó bien en la primera tanda de cinco. La gané yo y mi primo Nico, dos pares de años más pequeño, se la tuvo que aguantar. Lamentablemente, después vino la revancha y con ella el fin de los días de esa pelota con rombos naranjas. El marcador quedó en un triste cuatro a cinco y mi primo no dejaba de cantarme "Calentitos los panchos" y de hacerme chiva calenchu. Yo no lo pude soportar, traté de advertirle que no siguiera pero no me escuchó, entre gritos ahogados intentaba admitir que mis niveles de enojo estaban subiendo considerablemente y  pasado un tiempo que, a mí me pareció eterno, yo descargué mi ira contra la esfera que me había entretenido. Le marqué mis dientes hasta oír sus quejas aireadas, me saqué el triste pedacito que quedó entre mis dientes y se lo tiré con todas mis fuerzas a la cabeza. Nico empezó a llorar y yo recién ahí me di cuenta de lo que había hecho. Traté de calmarlo, seguramente quise sobornarlo, pero el pibe no se calló. Finalmente, la tía se enteró y nos retó a los dos. A él por desobedecer sus reglas y a mí por destructora.
El baúl estaba más cargado de lo que yo pensaba, y ahí estaba mi proyector celeste de marca Gol Star. Ese era mi juguete favorito. Lo usaba sola, iba al cuarto de mis viejos, cerraba puertas y ventanas. Lo conectaba y frente a una pared blanca, me ponía a leer y pasar rollos. No sé cuántas veces leí "El gusanito y la manzana"... pasé varias horas de mi infancia en ese cuarto y con ese proyector. Tardé en aprender la moraleja pero acá estoy tratando de trabajar para terminar, otra vez, detrás del proyector.

martes, 8 de septiembre de 2015

Que le den con la cachiporra.

Casi siempre ando viajando. Por ello es que, muchas veces, vivo y escucho historias que suceden a mi alrededor.
Más allá de, tal vez, ser parte de esos momentos... Yo los veo como si fuera una espectadora.
Hoy, mientras iba caminando a paso firme y apurado porque llegaba tarde al Instituto... Una historia se cruzó conmigo.
Yo veía demasiados autos en las calles, conductores que comenzaban a desesperarse (Situación que no indica que lleven mucho tiempo allí. Si vivís en una ciudad como Baires, sabés que la gente se exaspera fácilmente y más si van al volante.) y a lo lejos algunos pasajeros que, fuera de los vagones, giraban sobre su eje.
Aunque el panorama indicaba problemas, yo seguí avanzando al son de la música con mis auriculares puestos y una sonrisa como compañera.
Me acerqué a la boletería, pero allí había un cartelito que indicaba: "Enseguida vuelvo". Aún así no me desanimé y sacándome el artefacto que me tapaba los oídos, pregunté qué había pasado. El muchacho entrado en años, no supo desasnarme; él también llegaba recién. Así que agradecí y me aproximé a uno de los vagones.
Ahí comenzó la función.
La gente hablaba y yo espiaba sin disfraz, ni pudor. Aparentemente, una joven había sido esposada al ser descubierta por otras personas mientras intentaba robar.
Este tipo de cosas suele suceder, pero yo allí no me voy a detener.
Lo curioso de esta historia eran los comentarios que hacían los viajantes del Belgrano Norte.
Entre otras cosas, escuché:
"Le dije... Yo me moriré por vieja podrida, pero al menos no moriré chorra". Maravillosa era la expresión de la Sra. que contaba la historia apasionada.
Después de esto, otro hombre preguntó: ¿Pero la agarraron?
Esa misma Sra., le afirmó el hecho y le dijo que la habían esposado aunque no podían controlarla porque estaba como "embravecida".
Entonces, el hombre no pudo evitar decir: PERO QUE LE DEN CON LA CACHIPORRA.
Sin dudas, este no es un viaje común.
Sé que vendrán algunos más... En donde yo seguiré escuchando historias y participando como fiel espectadora aunque no lleve pochoclos.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Y querés mandar todo a cagar.

"Y sólo se trata de vivir, esa es la historia" dice la canción,  pero a veces hay que reconocer que cuesta.
La rutina te lleva a lugares no deseados, a enojos infundados e idiotas; que te generan un mayor gasto de energía. Y querés mandar todo a cagar.
A veces, volvés a chocarte con la misma piedra y pensás: No puedo ser tan boluda. Otra vez en el mismo lugar. Y respirás. Una y otra vez. Tratás de calmarte, pero la angustia te toca el alma nuevamente y decís: Hija de puta, a mi no me vas a cagar. Hoy no me voy a dejar agarrar. 
Y seguís, y escribís.

A la vez, tratás de darle ánimos a otros cuando lo único que deseas es ponerte a llorar y mandar todo bien a cagar. Enojarte con el pelotudo que te arrastró a este lugar y decirle unas cuantas verdades. Ahí recapacitás y te preguntás ¿Para qué? ¿Qué voy a ganar? 
Además, querida... Vos te dejaste. Vos permitiste que te llevaran de la manito como chica para el colegio;  directo -y sin escalas- a esta sensación. 
Así que hacete cargo y si querés mandar a alguien a cagar... Que sea a vos misma, ñata, por avalar que otro te pueda desestabilizar.

"Sólo se trata de vivir, esa es la historia..." y con este tipo de días también hay que lidiar.
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Perdón por la catarsis. Sin dudas, a veces... escribimos para sanarnos.
Pd: Vayanse a cagar.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Y de lo importante te olvidás.

Y de repente te encontrás inmerso en esta sociedad repleta de consumo, de distracciones y tentaciones.
Y de repente te vas olvidando de lo importante.
Todo está sobrevalorado, sobredimensionado. Todo es terrible y catastrófico.
Y en esa ola te montás y a ella te subís. En ese lugar que te agobia y te consume, que te aleja de lo verdadero y el tiempo sigue pasando y la vida sigue girando.
Y mientras la vida gira y la rutina te destruye… vos te seguís olvidando lo importante.
Realidad que te oprime y que te lleva a un lugar en el que no tenés que estar.  
Los medios te confunden y te llenan de falsas informaciones todas viciadas por un interés político triste y decepcionante que va más allá de vos y de mí, de ese interés por informar.
Ellos hacen sus negocios y a vos te usan, te enredan. Vos quedás enganchado, amargado y deprimido mientras ellos se toman un buen champagne felices por la labor cumplida.
Y mientras tanto te olvidás de lo importante.
Hace mucho tiempo que no tenés tiempo para reflexionar, para pararte a pensar.
Y a los demás te enfrentás y con ellos te peleás sin terminar de entender que mientras vos de alguien te alejás… ellos se siguen ocultando detrás.
Ellos pronto felices vivirán y de aquí se alejarán. Protegidos estarán y vos desamparado quedarás.
Y mientras tanto de lo importante te olvidás.
Vos más te alejás y ellos más “divide y reinarás”.
Sin darte cuenta de nada te convertís en una pieza más de este oscuro juego que te puede acabar.
Hace rato que no sabés lo que querés, hace rato que no tratás de conseguir aquello que deseás. Rendido y perdido estás.
De tu esencia más te alejás.
Y de lo importante te olvidás.
¿Cuánto tiempo más vas a esperar?
¿Cuándo te vas a volver a preguntar si esto es lo que deseás?
¿Qué más tiene que pasar para que de lo importante te empieces a ocupar?

Yo prefiero ser BRUJA.


Y al final, Mamá siempre me ha mentido. Mi abuela también. Ellas son las responsables de que, de pequeña, leyera cuentos de Hadas y Princesas. Aquellos en que siempre triunfaba la Princesa porque el Príncipe las rescataba de la torre alta o del sueño eterno tan sólo con un beso para vivir por siempre felices comiendo perdices. Ahora, y a la distancia, ¿A quién carajo le gustan las perdices? ¿Alguien las ha probado alguna vez? Hoy con mis treinta y tantos entiendo que lo que esos cuentos pretendían era hacernos dóciles, sumisas y delicadas al extremo. Analizándolo bien entiendo que una princesa sólo triunfa si tiene un Príncipe a su lado. En cambio, las brujas malvadas no necesitan a un hombre para hacer lo que desean. Las Princesas no tienen objetivos claros. Las Brujas saben lo que quieren y cómo conseguirlo. Las Princesas no tienen profesión. Las Brujas sí: hacen hechizos, pueden ver el futuro y son independientes. Las Princesas son bonitas. Las Brujas no necesitan serlo porque son seguras y creativas. Las Princesas son buenas pero insulsas. Las Brujas son malas pero con razones. Las Princesas son frágiles y sensibles. Las Brujas son fuertes e imponentes. Las Princesas se dejan manejar por los Príncipes azules. Las Brujas si no les gusta lo que hacen o dicen ellos... los pueden convertir en sapos. Las Princesas son las amas de casa de hoy (Y eso no tiene nada de malo). Las Brujas son las ejecutivas que dominarán el mundo. Por eso y por otras tantas razones es que hemos vividos equivocadas, Señoras. Y hoy decido que, más allá de lo que opinen: Disney, yo prefiero ser BRUJA.