jueves, 3 de septiembre de 2015

Yo prefiero ser BRUJA.


Y al final, Mamá siempre me ha mentido. Mi abuela también. Ellas son las responsables de que, de pequeña, leyera cuentos de Hadas y Princesas. Aquellos en que siempre triunfaba la Princesa porque el Príncipe las rescataba de la torre alta o del sueño eterno tan sólo con un beso para vivir por siempre felices comiendo perdices. Ahora, y a la distancia, ¿A quién carajo le gustan las perdices? ¿Alguien las ha probado alguna vez? Hoy con mis treinta y tantos entiendo que lo que esos cuentos pretendían era hacernos dóciles, sumisas y delicadas al extremo. Analizándolo bien entiendo que una princesa sólo triunfa si tiene un Príncipe a su lado. En cambio, las brujas malvadas no necesitan a un hombre para hacer lo que desean. Las Princesas no tienen objetivos claros. Las Brujas saben lo que quieren y cómo conseguirlo. Las Princesas no tienen profesión. Las Brujas sí: hacen hechizos, pueden ver el futuro y son independientes. Las Princesas son bonitas. Las Brujas no necesitan serlo porque son seguras y creativas. Las Princesas son buenas pero insulsas. Las Brujas son malas pero con razones. Las Princesas son frágiles y sensibles. Las Brujas son fuertes e imponentes. Las Princesas se dejan manejar por los Príncipes azules. Las Brujas si no les gusta lo que hacen o dicen ellos... los pueden convertir en sapos. Las Princesas son las amas de casa de hoy (Y eso no tiene nada de malo). Las Brujas son las ejecutivas que dominarán el mundo. Por eso y por otras tantas razones es que hemos vividos equivocadas, Señoras. Y hoy decido que, más allá de lo que opinen: Disney, yo prefiero ser BRUJA.

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